¡Proletarios del mundo, uníos!

¡Proletarios del mundo, uníos!

Están fueron las palabras del gran Karl Marx al terminar el <Manifiesto Comunista> en 1848. Palabras que llamaban a la revolución, palabras que incitaban cambios radicales en la estructura política, económica y social del mundo, palabras que iban dirigidas directamente a todos los obreros explotados y desposeídos de sus medios de producción y del producto de su trabajo, en fin, era un llamado a toda la masa insurgente del mundo, un llamado de rebeldía, un grito de cambio, un clamor revolucionario.

<Los obreros no tienen nada que perder...salvo sus cadenas>, decía Marx, y esto era y es así. Salta a la vista de todos nosotros la explotación y los abusos que sufren los trabajadores hoy en día.

Ahora bien, las preguntas que uno se hace son: ¿cómo se puede revertir esto?, ¿cómo se suprime esta explotación?, ¿cómo se llega al socialismo: a través de la democracia, a través de la lucha de guerrillas o a través de estallidos sociales?, ¿cómo se logra la igualdad social entre todos los miembros de una sociedad?, ¿cómo se logra la revolución?, etc.

Muchos acercaron respuestas a estos dilemas. Como ya sabemos, fue Marx el que desentraño cabalmente el funcionamiento del capitalismo, desenmascarando un sistema que se sostiene y retroalimenta en la explotación de una clase dominante (la burguesía dueña de los medios de producción) sobre otra (el proletariado) . A lo largo de la historia, la burguesía intentó legitimar por todos los medios este sistema, a través de sus múltiples aparatos ideológicos y represivos. Ahora bien, ¿cuál era la solución que Marx proponía para acabar con este sistema explotador? La solución era la revolución. La revolución hecha por el obrero, con el fin de llegar al poder y establecer la <dictadura del proletariado>, para crear una sociedad sin clases y establecer el comunismo, libre de explotación y pobreza.

Pero ante esta postura revolucionaria surge otra postura: la socialdemocracia. ¿Qué plantea esta socialdemocracia? Plantea una transición pacífica desde la economía capitalista de mercado hacia el socialismo, usando los canales políticos propios de las democracias liberales. Sus principales teóricos fueron los alemanes August Bebel y Wilhelm Liebknecht, fundadores del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD). Si bien estos compartían con el marxismo sus raíces ideológicas, se oponían al uso subversivo de la violencia como fin para alcanzar los objetivos. 

Surgió además una postura que sería un dolor de cabeza no sólo para el capitalismo, sino también para el mismo comunismo, nos referimos al anarquismo. A grandes rasgos, su objetivo revolucionario es la desaparición del Estado como entidad represora de la libertad de los individuos. Sus precursores fueron el francés Pierre Joseph Proudhon y los rusos Mijaíl Bakunin y Piotr Kropotkin. Este último planteó el comunismo anárquico, en donde la sociedad se regiría exclusivamente por el principio de la ayuda mutua y la cooperación, sin necesidad de instituciones estatales.  

Las diferencias y enfrentamientos entre estas tres posturas, e inclusive entre diferentes ramificaciones dentro de cada una de estas, lo único que logró fue el fortalecimiento del imperio capitalista. La historia lo demuestra: la socialdemocracia se transformó en toda Europa en el ala izquierda del capitalismo, defendiendo su Estado de bienestar, que no es más que una de las múltiples caras de la explotación hacia la clase trabajadora.

Ciertos sectores del anarquismo (no todos) se inclinaron al uso de la violencia terrorista y extremista para expresar su descontento.

Por su lado los comunistas que lograron hacerse del poder en varios lugares del mundo, principalmente en Rusia y China, se tomaron muy en serio eso de la dictadura del proletariado: el poder centralizado en una o unas pocas manos, autodenominándose a si mismos como la <vanguardia del proletariado>, es decir revolucionarios <preparados> para conducir a la masa trabajadora. Pero si el proletariado somos todos o la gran mayoría, ¿por qué unos pocos gobiernan y todos los demás deben obedecer y ser manejados como ganado? Y ni hablar de las purgas genocidas llevadas a cabo por Stalin y Mao, en donde se fusiló, persiguió y expulsó a todos aquellos que eran considerados <contrarrevolucionarios>, ¿quiénes eran estos contrarrevolucionarios?, todos aquellos que no estaban de acuerdo con el líder, todos aquellos que pensaban diferente, todos aquellos que aún estando en contra del capitalismo fueron asesinados sin compasión alguna. Burocratización, centralismo, autoritarismo, censura, persecución, lavado de cerebros, aparatos ideológicos y represivos del estado: todas estas herramientas propias de los magnates del capitalismo fueron (y son) utilizadas también por aquellos gobiernos autodenominados socialistas y revolucionarios.

Permítanme mencionar al queridísimo Che Guevara, que con su visión de futuro alzó la bandera de los países no-alineados: ni alineados al imperialismo yanqui, ni alineados al imperialismo soviético. Todos sabemos lo que sucedió cuando el Che abandonó Cuba: Fidel Castro se sometió al neo-estalinismo soviético siendo uno más entre los tantos países satélites del bloque socialista.

Yo quiero dejar mi humilde opinión al respecto. Yo no me considero marxista en cuanto estoy en contra de la llamada <dictadura del proletariado>. No niego los postulados de Marx (estoy completamente de acuerdo con su materialismo histórico, con la lucha de clases y con toda su crítica al capitalismo), sólo creo que para lograr la igualdad y la libertad no hace falta implantar una dictadura. Coincido en que la única manera de cambiar esto es a través de una revolución social. Pero a la hora de las decisiones creo en la verdadera democracia (que nada tiene que ver con la socialdemocracia ni con la democracia liberal verticalista en la que vivimos hoy en día en donde uno elige a unos pares de tipos que hacen después lo que quieren y que supuestamente representan al pueblo, y que son además defensores de este sistema explotador). Si democracia significa poder del pueblo, entonces que el pueblo (reconociendo como tal a todos los miembros de la sociedad que la compone) forme parte de las decisiones, y no que sólo unos pocos sean los que dirijan y decidan que hacer. Esta es la verdadera democracia. Esta es para mí la verdadera revolución: la voluntad de todos los trabajadores, de todos los explotados, de todos los excluidos, todos unidos para cambiar este mundo de mierda. Sabemos que las razones objetivas para llevar a cabo una revolución nos sobran, lo que faltan son razones subjetivas. Comencemos a concientizar a la masa trabajadora.  Comencemos a construir una revolución a partir de nuestras similitudes. Así podemos cambiar todo esto. Y como diría una banda de rock folklórico en alusión a la concientización de las masas: <Si logramos que se muevan, ya no hay nada que nos pare, empecemos por ahí>. 

Para concluir quiero decir lo siguiente: todo esto por ahí suene como algo utópico (y quizás realmente lo sea), pero voy a defender a muerte este ideal. No busco convencer a nadie, esta es sólo mi humilde opinión, podes estar de acuerdo o no conmigo, pero seamos tolerantes entre nosotros, discutamos menos y hagamos más, ya que si bien tenemos diferencias políticas nos une la misma condición de clase y el mismo objetivo: construir un mundo mejor, en donde todos seamos libres e iguales.